sábado, 5 de junio de 2010

Musica Renacentista


El Renacimiento fue el Siglo de Oro de la música andaluza, impulsada por el creciente poderío económico derivado del descubrimiento de América y de la conquista del Reino de Granada por los Reyes Católicos, que hacen posible el establecimiento de las diversas catedrales y sus respectivas capillas musicales, alcanzando sus mayores cotas en el ámbito de la música europea. Los instrumentos habituales en las capillas catedralicias eran los de viento, aunque los de cuerda, especialmente arpas y violas da braccio, también participaban regularmente en el acompañamiento o en la alternancia de voces.

La música renacentista es la música clásica europea escrita durante el Renacimiento, entre los años 1400 y 1600, aproximadamente. Definir el inicio de la era es difícil, dada la ausencia de cambios radicales en el pensamiento musical del siglo XV. Además, el proceso por el cual la música adquirió sus características renacentistas fue gradual.

Hacia el año 1400 o poco tiempo después, varios compositores comenzaron a escribir trabajos polifónicos variando ligeramente el método antiguo de composición. El mismo consistía en utilizar en lugar una voz de base lenta junto con voces superiores de ritmo más acelerado, hicieron a todas las voces iguales dentro de una variedad rítmica. Y, en lugar de emplear cuatro cantos diferentes usaron un solo canto.

Esto condujo a que las obras fueran mucho más unificadas, y dio pie a un gran número de formas contrapuntistas (nota-contra-nota), tales como el Canon que se considera una repetición exacta de una melodía por varias voces, pero a diferentes tiempos.

También apareció el Canzón considerado como una sucesión de temas, cada uno desarrollado íntegramente y luego desechados. También apareció la Fuga la cual consistía en una composición con un tema ampliamente desarrollado.

Estilo [editar]La música renacentista se caracteriza por una suave sonoridad que deriva de la aceptación de la tercera como intervalo armónico consonante (uniéndose en esta categoría a quintas y octavas, ya admitidas en la Edad Media) y del progresivo aumento del número de voces, todas de igual importancia y regidas por las reglas del contrapunto: independencia de las voces, preparación y resolución de las disonancias, uso de terceras y sextas paralelas, exclusión de las quintas y octavas paralelas, etc.

El prototipo de pieza renacentista suele presentar pues una textura polifónica, frecuentemente imitativa, y estar escrita para entre tres y seis voces (sean estas vocales o instrumentales), de carácter cantabile y de importancia y carácter similares. Si bien el rango de cada voz supera apenas la octava, la extensión general del conjunto rebasa ampliamente las dos octavas, evitándose el cruce entre las voces (que forzaba a que estas fueran heterogéneas y contrastantes en la polifonía medieval).

El sistema melódico utilizado siguió siendo el de los ocho modos gregorianos; las características modales (opuestas a las tonales) de la música del Renacimiento comenzaron a agotarse hacia el final del período con el uso creciente de intervalos de quinta como movimiento entre fundamentales, característica definitoria de la tonalidad.

Durante este período la música religiosa tuvo una creciente difusión. Las formas litúrgicas más importantes durante el Renacimiento fueron la misa y el motete.

La misa cubría el ciclo del ordinario y se le solía dotar de unidad al basarse en material preexistente. Para ello se seguían dos procedimientos de composición principales:

Misa de cantus firmus: el autor toma una melodía preexistente, bien procedente del canto llano o bien de alguna canción profana, o incluso popular, y la sitúa en una de las voces, habitualmente la llamada Tenor. Las otras voces son creadas ex novo, completando una textura generalmente a cuatro voces, y son llamadas Cantus o Superius, Contratenor Altus.

Una variante de este tipo de misa es la de paráfrasis, en la que la melodía preexistente es fragmentada y repartida entre las cuatro voces.

Misa parodia o de imitación: el compositor toma un motete o una canción polifónica anterior (propio o de otro autor), este ya de tipo polifónico, y utiliza el material melódico y armónico: motivos de imitación, cadencias típicas o a veces incluso fragmentos completos, pero reelaborando el material, añadiendo motivos y a veces voces nuevas, y siempre, naturalmente, cambiando el texto. Este es el procedimiento habitual en el siglo XVI.

El motete renacentista era una pieza polifónica de texto sacro y en latín. Deudor en un principio del motete medieval, del cual procedía, pronto asumió una continua textura imitativa de voces de igual importancia (en número cada vez mayor: cuatro en el siglo XV, cinco o seis a finales del XVI), con frases musicales imbricadas y nuevos motivos para cada frase textual. En el motete el autor generalmente creaba material puramente original, sin tomar préstamos ajenos como en la misa. En el siglo XVI se desarrollan amplios motetes bipartitos y, en la escuela veneciana, los policorales, para ocho o incluso doce voces.

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